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Eh aquí una poesía erótica, tal vez la primera que se asoma a este foro, hecha por alguien para ser recitada con voz femenina, y si nó, solo para ser leida. El erotismo forma parte de la vida misma y nada tiene de soez o malo. Mas bien yo diría que constituye la salsa agradable de la vida, que, como el abono en la tierra, hace germinar la semilla y crecer la planta. Y cuando se expresa poética y delicadamente, debiera ser bien recibido. En los recónditos entresijos del pensamiento ¿no es o fue la fantasía, quizas, quien tantas veces nos alegró el espíritu? Es más, yo creo que todos descendemos de una fantasía convertida en deseo realizado.
Por eso me ha parecido posible y correcto traer aquí unos versos que rompan con la monotonía de lo triste o de lo político, que viene a ser lo mismo, en la que tanto abundan los mensajes de ahora.
Reservada para los poetas miembros de esta web su sección "Poesía Rimada", cuelgo estos versos en la sección de temas generales por considerarlos algo así como distinto e inusitado en el repertorio de mensajes a que nos hemos acostumbrado.
Avidad.
<center>Desnúdenme tus manos lentamente
sobrenadando senos y caderas,
y desliza tus dedos diligente
entre botones, lazos, cremalleras.
Mira mis ojos y ábreme la blusa,
y descuelga los pechos prisioneros,
que mi deseo nada te rehusa,
y ellos son del deseo mensajeros.
Se abren a tí como dos rosas tiernas,
esperando la lengua en los pezones,
y percibo temblores en mis piernas,
y un aire abrasador en los pulmones.
No hay en mi ofrecimiento ambigüedades,
va a tí sin desvergüenza o timidez,
y aunque con tinte de frivolidades,
parece siempre la primera vez.
Besa con humedad mi boca hambrienta,
y haz que ambas lenguas jueguen en contacto,
no ha de haber nada a lo que no consienta ,
mía es la voluntad, tuyo es el acto.
En la espalda hay insólitos caminos
que mi mano jamás ha transitado,
y de tus dedos brotan remolinos
erizando la piel de mi costado.
En breve y delicada sacudida
mis hombros de la blusa se desprenden;
semidesnuda estoy, y enardecida,
y alzo los brazos, que hacia tí se extienden.
Detente brevemente en la cintura,
rodéame en caricias circulares,
y explora el resto de mi arquitectura,
con paso franco a todos mis lugares.
Cae la falda a los pies..., al fin desnuda...
Qué libertad e independencia siento.
No queda en mí vacilación ni duda,
sólo serenidad..., y atrevimiento.
Están mis ojos en tus ojos fijos,
y tus manos me arropan insistentes;
suaves contactos causan regocijos,
lentas fricciones llegan más frecuentes.
Aproxímate más, cúbreme entera,
encadéname a tí, y abre mi rosa,
dame un beso total, de tal manera
que resulte en fusión voluptuosa.
Quédate en pie y recibe el doble abrazo,
y al rodear tu cuerpo con mis piernas,
introduce tu furia de un zarpazo
anegando mis cámaras internas.
El ímpetu, el gemido y los sudores
me dirán que soy tuya y eres mío;
seremos mutuamente posesores,
como el cauce y las aguas en el río.</center>
Autor: FRANCISCO ALVAREZ HIDALGO