Recuerdos de aquellas tardes,
de veranos y domingos,
del paseo en la alameda
juntos, soñando destino,
en aquel banco del parque,
sentados, como dos niños.
Íbamos contando estrellas,
juntos haciendo el camino.
¿Te acuerdas la rosa aquella,
que pusiste en mi corpiño?
La he robado esta noche,
en ella va mi cariño.
!Con cuánto amor me la diste¡
y con cuánto yo aún la estimo.
Era una tarde de julio,
cuándo el sol, ya se había ido
y me dijiste...!te quiero¡
me lo juraste allí mismo.
Entre las flores del parque,
con los pinos de testigos
y yo apreté aquella rosa,
con un amor desmedido
y te contesté en silencio,
sin palabras con cariño,
pues en mis ojos leías
más que mi boca te dijo.
!vamos a vivir cien años¡
y los cien siempre contigo,
y te traeré cada tarde,
un ramo de blancos lirios
y tú estarás esperando,
en casa con nuestros hijos.
Y cuándo ya se hagan hombres,
les contaré cuándo dijo
su madre, sin más palabras,
ese !te quiero¡ bendito.
No han pasado los cien años,
tampoco estamos unidos,
y en el aire se quedaron
las risas de nuestros hijos.
y en las playas de tus mares,
escondidos cuál alijos,
duermen tus sueños mis sueños,
porque nunca se han cumplido.
Aquella tarde de invierno,
tu amor se quedó prendido,
en las redes de tu barca,
cuándo el impulso maldito
de una ola traicionera
la llevó hacía el infinito.
Y en el fondo de los mares,
en ese profundo abismo,
duermen tus sueños, mi rosa
duerme tú amor, mi cariño.
Cuándo vuelvo a la alameda,
veo pasear a dos niños,
que se están jurando amores,
como tú y yo lo hicimos.
Y en el jardín de aquel parque,
el rosal sigue lo mismo,
con una rosa arrancada
que robaste con cariño,
para dársela a tu amada,
cuándo tú y yo, nos quisimos.
|