MI LUCERO

 

 

 

 

 

 

Yo tengo un lucero.
Allá muy lejano, en el alto cielo.
Era muy pequeño cuando se me fue,
no supo decirme, siquiera, te quiero.

Pero allí me aguarda.
Entre las estrellas del cielo infinito.
Lo siento muy lejos y al lado también.
Fue mi primer hijo...¡Y era tan bonito...!

Seis meses tenía...
Jamás conoció la malicia humana.
Todo era candor, amor e inocencia.
Nunca vislumbró la maldad insana.

Recuerdo sus ojos
cuando me miraban con su gran dulzura,
y añoro su risa recién aprendida.
Al hacerlo siento una gran ternura.

¡Mi niño querido!
¡Nunca lo olvidé en cuarenta años,
que pasaron raudos cual breves segundos!
¡Siempre fue mi angel en los desengaños!

Lágrimas de sangre,
derramé al perderlo cuando se marchó.
Miriadas de espinas hendieron mi alma.
¡Tan solo yo sé lo que mi alma sufrió!.

Mas, desde allá arriba,
siento los efluvios de su gran amor,
lo noto a mi lado dándome consuelo
y un bálsamo suave para mi dolor.

Me dió siete hermanos
que dulcificaron su pronta partida,
y que lentamente fueron aliviando
la pena de mi alma por tan cruel herida.

Pero no lo olvido.
No puedo olvidar su cara aquel día
en que se me fue, dejándome solo,
sin que comprendiese por qué lo perdía.

Mi única alegría
es saber que pronto llegará el momento
en que partiré, gozoso, a buscarlo,
allá...en las estrellas... en el firmamento...

 

© Antonio Pardal Rivas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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