ESCUCHA

 

 

 

 

 

 

 

Escucha la tristeza de mi sueño.
Escucha el palpitar de cabalgadas
enhiestas en la fe de lo imposible.
Escucha mis palabras, que es momento
de oir lo que jamás pude decirte.

Jamás hubo varón en este mundo
que fuese más querido que tú fuiste,
en una trabazón de lo apacible
hoy rota por el trágico lamento
que mana de lo gélido y oscuro.

Te dí mi corazón con la alegría
de aquello que se siente inagotable
en plétora de amor incombustible,
oculto en lo profundo de mi seno
de modo colosal e inenarrable.

Ansioso yo esperaba la respuesta
a tanta infinitud como entregaba
en una sinfonía sin orquesta
con un amor parejo al que yo daba.
No me ofreciste a cambio nunca nada.

Y tanta fue la espera, tanta el ansia
de ser correspondido en mi ternura.
¡Tan grande fue la excelsa melodía
que oculta allá en mi pecho se albergaba.!
¡Tan falto de cariño me sentía...

que el pecho que con fe la atesoraba
de pena y de dolor se me rompió.!
Y roto en mil pedazos,
sus lágrimas de sangre hoy te ofrendo.
Hasta el último instante de mi vida...
Hasta el postrer desprecio de la tuya...

 

© Antonio Pardal Rivas
10-10-08































 

 


VOLVER