AMOR ETERNO

 

 

 

 

 

 


Me moriré en un rincón
del ajimez de mi casa,
recordando con tristeza
el almíbar de tu cara,
con aromas almizcleños
cual jarifa acicalada,
más bella que una azucena
rodeada de albahacas.

Me moriré lentamente
añorando tus miradas,
las que en tiempos ya pasados
me esclavizaron el alma,
cuando lanzaban destellos
de tu carita alhajada
por los más bellos caireles
de corales y alboradas.

Me moriré con la pena
de recordar la almohada
donde de noche, a mi lado,
tu cabello se enredaba
negro como el azabache,
mientras tranquila soñabas,
descansando entre mis brazos,
con estrellas nacaradas.

Y cuando ya me haya ido
allí donde van las almas,
te aguardaré hasta que llegues
en la mismita antesala,
pues para mí no habrá cielo,
jardín, edén ni nirvana,
mientras tú no estés conmigo
eternamente abrazada.



© Antonio Pardal Rivas

21-01-08


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VOLVER