PIGMALIÓN

 

 

 

 

 

 

 


Oh, Pigmalión, misógino tronante,
que a la dulce mujer aborreciste
al no hallar nunca aquella que creiste
pudiese ser tu esposa y fiel amante.

Y solo con tus manos, arrogante,
en nacarado mármol esculpiste
la más bella mujer que jamás viste
con cuerpo más fulgente que el diamante.

Mas aunque la belleza le sobró,
la hermosa Galatea carecía
del alma que el gran Zeus no le dió.

Afrodita, al mirar la obra baldía,
del dolor del humano se apiadó
colmándola de vida y poesía.

© Antonio Pardal Rivas

9-07-07

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VOLVER