LA PERLA

 

 

 

 

 

 

 



Esa perla de plata que leve se desliza,
amorosa y callada, reflejando tu pena,
mientras me miras triste, con mirada serena,
en mi pecho se clava cual arma arrojadiza.

Esa perla de plata no es agua llovediza,
que cuando yo la libo de tu cara morena
tiene regusto a mar y aroma de azucena.
Y cuando me la bebo el alma se me hechiza.

Perdóname, cariño. No quiero que te aflijas
por esos malos modos con que ayer te traté
hiriendo tu ternura. Llenándola de hendijas.

Ya me bebí la perla. Mil veces la besé,
allí, junto a tus labios. Las más bellas vasijas
de pétalos de rosas que nunca encontraré.

 

© Antonio Pardal Rivas

25-05-07

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VOLVER