A UN SER QUERIDO

 


El día pasó deprisa
más no así la noche.
Frio, dolor, tensión en todo mi cuerpo.
Aunque soplaba el viento,
a mi me pareció brisa.

En su lecho de muerte
ella me regaló un broche.
Ahora, con la mente perdida,
lo protejo en mi mano
intentando conservar su calor humano.

Tristemente otra vez, nos tocó sentir
atravesándonos el corazón
el dolor, el sufrir.
Estaba llena de vida, pero sin vida quedó.
Así se nos escapó sin querer
su último aliento.

Nuestro mundo abandona,
quizás allí a donde va pueda ser
igual de buena persona.
Nunca te olvidaré,
eso lo sabes tú de sobra.



María José
11-mayo-2008

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VOLVER