Llueve en la ciudad una lluvia triste
que apagada resbala por las calles,
callando su añoranza de los valles
donde la tierra la bebe, y persiste.
La lluvia sobre las calles se pierde
sin dar de beber a la seca tierra,
sin despertar la vida que se encierra
ni escribir su poema lindo y verde.
Líquida poesía que en los prados
dice flores que son versos soñados.
El agua en el asfalto está soñando
las fértiles praderas que recuerdo;
la lluvia y yo llegamos a un acuerdo;
por los ojos las gotas van entrando.
Las gotas ya gotean por mi vista,
cual lágrimas inversas, hacia dentro,
buscando mi reseco, oscuro centro,
en amistosa y plácida conquista.
Oigo una melodía que me atrapa
al mismo tiempo que su voz se escapa.
Las aguas en mis venas forman ríos
que fluyen dando vida y verde gozo,
y en el corazón tengo un hondo pozo
para calmar la sed de mis estíos.
El sol entre las nubes ya se asoma
y en su calor las nubes se divierten;
los colores del arco iris ya vierten
en mis campos las flores y su aroma.
Algo que en mi interior ya se diluye
se fuga con la voz de lo que fluye.
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