¡Ay! con el ¡ay!
con el ¡ay! del quejio,
¡ay! con el ¡ay!
que lo llevo en el alma metio.
¡Ay! de mi tierra sangrante,
reflejada su queja,
en los troncos punzantes,
en la tierra abierta,
en veredas resecas,
en cañadas sin cañas
y...en la luna llena,
cuándo aúllan los lobos
y retozan las ciervas,
¡cuándo el jabalí herido,
se revuelve a su presa¡
Cuándo vuelven los hombres,
con la cara cubierta,
con la caza escondida y...
con las manos llenas,
de la sangre de un venado macho,
que, cubierto en la sierra...
se quedó bajo matas de encina,
esperando, que alguien lo venda.
Escopeta al hombro, la canana prieta,
con cuatro cartuchos el resto,
se quedó en la tierra, escondido,
para que lo confundan,
las vetas de plomo que amgan sus venas.
Esta tierra de encinas y olivos,
de plata y de pena...
agoniza solemne y vetusta,
callada y repleta, de paz y aceituna.
y si miro atrás...se me hiela la sangre en las venas.
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