Vestida de sedas,
blancas gasas, etéreo tul transparente;
te miré extasiado
y puse a trabajar con avidez mi mente.
Palpitaba tu seno,
fui en silencio, me acerqué lentamente
y admiré las rosas
de tu pecho firme mecidas suavemente.
Perdí la consciencia
por tu hermosura envuelto, de repente
hizo en mi presencia
y me heriste sin querer profundamente.
Alcé la mirada
y sentí que mi alma ya no estaba ausente.
Tus ojos negros,
su brillo profundo quemaba cruelmente.
Eras tú, mi amor,
figura tan ligera cual escultura silente.
El frágil encaje
apenas quería rozarte, ser tu confidente,
acariciar tu cuerpo
como aurea luminosa, suave piel envolvente.
Fatal sacrilegio
que pudiera manchar tu honor rápidamente.
Mis trémulas manos
salvaron tu figura yendo atras y al frente;
acariciando tu vientre
llegaron al manantial del placer, jardín latente.
Arrodillándome quedo
posé mis labios en él besándolo dúlcemente
y lo regué de placer.
Amándonos otra vez nos unimos fertemente.
jpbv.
_________________ La poesía convierte a menudo en loco al hombre más cuerdo y vuelve listos a los más necios.
F. de la Rochefoucauld.
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