Por la Cuesta de la Vega bajan los dos caballeros a lomos de sus corceles, tan veloces como el viento. Van en busca de la amada del hermano más pequeño, pues a los dos les unía tal fraternal parentesco. Llegó el joven a su reja y vio a la dueña gimiendo. - ¿Qué ha ocurrido? ¡Pronto, dime! - - La ha raptado un sarraceno. – Al oír tales palabras, el corazón le dio un vuelco; de un brinco subió al caballo, ardiendo de furia y celos. En busca fue de sus armas, marchando al hogar paterno y, enterado ya el hermano, ya se lo encontró dispuesto. - No vengas, que habrá peligro, que a no dudar moriremos y no es cabal que un anciano se quede sin tener nietos. Desmonta y espera el alba. Si para entonces no he vuelto decide tú lo que quieras, porque es seguro que he muerto. -. - Si hay que morir, ¡venga pronto la Muerte en forma de hierro! Pero tú sólo no sales, no exijas me quede quieto. -. Y por la cuesta cabalgan juntos los dos, serio el ceño, con las lanzas en sus manos, cubriendo el sudor sus cuerpos. Ya se divisan las luces que alumbran el campamento donde dormitan los moros, ya llegan y embisten prestos. Al primer moro atraviesan con premura, que aún despiertos no se encuentran sus rivales pues duermen el primer sueño. A otros más también dan muerte. Mas listos los agarenos, pronto se ven rodeados y acaban rodando al suelo. - ¡Te lo dije! ¡En qué mal hora te acepté por compañero! ¿Qué será de nuestro padre al saber que somos muertos? -. - Pues que nacimos de un vientre es justo que así acabemos. Con las armas en la mano, los dos juntos combatiendo. -. Así se acaba la historia de dos nobles madrileños. En Magerit lloró un hombre, que lamentó el ser ya viejo. Porque si joven él fuera hubiese muerto con ellos. Sus lágrimas son de orgullo, no porque no será abuelo.
_________________ La gloria es de quien la busca; la suerte del que la encuentra.
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