Una noche yo soñé,
que el cielo abría sus alas
y las estrellas brillantes,
como fuego de bengalas.
Soñé que unian sus puntas
formando una larga escala,
por la que trepar soñando
¡O Dios que no despertara!
Quise avanzar en silencio,
con las manos apoyadas,
sobre las nubes de espuma,
sobre los astros de plata.
Y...al final de la escalera,
en un espejo de aguas,
azul claro azul oscuro y
verde fuerte esmeralda,
en el techo de sus olas,
con la cresta muy rizada,
en el centro de una concha,
del fondo del mar sacada,
la perla más grande y fina
de mil colores pintada,
con tu carita divina y
tus manitas rosadas.
Y esos rizos azabache
y el cuerpecito de algas.
Me abrazé fuerte a la concha,
para imprimirle mi alma,
y de pronto...las estrellas,
formaron suelo de nácar,
para acompañar mis pasos,
¡O Dios! que no despertara.
Iba avanzando en silencio
a aquella concha abrazada.
Despacio...sin pisar fuerte,
no fuese que despertara.
Pero de pronto las nubes...
cerraron sus blancas alas
y cuál esponjas marinas,
de océanos empapadas,
dejaron caer gozosas,
sus aguas sobre mi cara.
Y tu frágil cuerpecito
sobre mi regazo estaba.
Soñé que estaba soñando,
soñé que soñando estaba,
y abrazadita a tu cuerpo...
¡O Dios! que no despertara
para arantxa, 1976
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