Me encontré contigo anoche, te pegunté lo que hacías; me respondiste que sólo saludar a gente amiga.
Lo cual nada malo tiene, no es preciso que lo digas, aunque se tenga un amante. La amistad es cosa digna.
Mas pensando en el pasado y tornando por pasiva la explicación que me diste, no usaste de igual medida.
Pues a saludar yo entraba igual que tú, sin malicia; pero, usando otro rasero, pensaste que era mentira.
Es difícil, realmente, ser juez e impartir justicia; sobre todo si quien juzga a sí mismo no la aplica.
Por eso yo no te juzgo, porque muy mal juez sería pensando en que hiciste caso de engaños y felonías.
Tú no tuviste la culpa. O acaso, sí. Pero, mira, olvidemos el pasado que igual el fuego se aviva.
Porque me sigues queriendo aunque no quererme finjas, ya que amores como el nuestro no son de los que se olvidan.
_________________ La gloria es de quien la busca; la suerte del que la encuentra.
|