Hece apenas unas horas, pocas. Isaías Carrasco, de 42 años y trabajador como cobrador en la autopista de Mondragón. Caía por los cuatro impactos que dos valientes gudaris de mierda, le hacían por la espalda delante de su mujer y su hija.
Fué concejal del ayuntamiento del pueblo en que vivía el partido al que pertenecía no importa. Era un ser humano que pretendió servir a su municipio. Y estos malditos cobardes no solo le han matado a él, si no que han dejado a toda su familia en una muerte viva. Como un cáncer que despacito te vá comiendo hasta el final. Su mujer y su hija jamás se van a recuperar del suceso de hoy.
No quiero comentar las palabras de los políticos, porque desconozco si lo que dicen es porque aún les queda un pelín de sentimientos, o porque hay que decirlo. Pero sí me voy a permitir comentar algunas de las palabras del presidente del gobierno de España, cuando ha dicho que los asesinos serán encarcelados y cumplirán íntegras sus condenas. ¿Como de Juana Chaos?. ¿Como cuando llamó a Otegui "hombre de bien?.
¡Qué asco de política! y de políticos. Yo no conocía a ese hombre, ni posiblemente compartiéramos nuestros puntos de ver las cosas. Pero todas la células de mi cuerpo se han puesto en pié de guerra, contra estos dos pajarracos de mal agüero, que han perpetrado tan valiente acción como saben hacerlo ellos, por la espalda.
Si por casualidad este escrito mío llegara a los asesinos o sus amiguetes. Les diría que aquí, en un pueblecito de Andalucía, hay un don nadie que no les tiene miedo. Que les enseña su rostro y que se cisca en la madre que los parió. Que han sido concebidos con aspecto más o menos humanoide, pero que en el fondo no son más que una pandilla de ratas sin conciencia, sin valor. Que ahora estarán huyendo para esconderse en sus madrigueras que huelen a muerte.
Con un nudo en la garganta por la muerte de este hombre, ejecutado delante de su familia, quiero dar a su esposa e hija mi más sentido pésame, y decirles (por experiencia), que esto que les ha caído encima como un negro meteorito, nunca lo van a olvidar. Pero que procuren no darles el gustazo de verlos abatidos y hechos polvo. Que hagan de tripas corazón y luchen como puedan contra esta jauría de carroñeros que se nutren de hacerles la vida puré a muchas familias.
Y ya para poner fin a este grito de incoordinadas palabras, que he sido incapaz de ordenar adecuadamente, me dirijo a estos bastardos de mala medre para decirles que flaco favor les han hecho a su tierra y a sus gentes. Que Dios, si existe, les mande un haz de rayos que los quemen, que es lo único que merecen. Y que de gudaris nada (creo que significa soldado o algo por el estilo), que a lo más que llegan es al calificativo de víboras sanguinarias.
