CAMINO DE SANTIAGO

 

 

 

 

 

Origen de la Vía Láctea. Tintoretto

Me gustaría verlo antes de partir.
¡Era tan grandioso en aquellos tiempos!
Una inmensa nube de miles de estrellas
que no tienen causa, ni tampoco fin.

¡Camino estrellado que Dios había puesto
como auxilio inmenso al que iba a Santiago!
Miriadas de estrellas que cual blanca nube
marcaba los pasos de unos pies cansados.

Mi padre contaba en la oscura noche,
que ella era la ruta por que se orientaban,
cruzando montañas y obstáculos mil,
todos los cristianos que hacia allá marchaban.

¡Hace tantos años que ya no lo veo!
¡Ni en noches sin luna se lo ve siquiera,
pues las luminarias que cubren el mundo
lo ocultan y esconden, cual si no existiera.

Pero allá en mi infancia yo sé que lo vi.
Era lo más grande de la creación.
Era la vía lactea, rodeando la tierra,
como colofón de la obra de Dios.

Hoy todos sabemos de agujeros negros,
y de nebulosas que no tienen fin,
pero nuestros ojos no las pueden ver
aunque se nos diga que se hallan allí.

No puedo olvidarme de la inmensidad
de nuestra galaxia, lechosa de estrellas,
y antes de morir quiero contemplar
la gran majestad de esa inmensa estela.

¿Quedará un rincón en todo el planeta,
donde la negrura persista en la noche?,
¿Donde aún los humanos mantengan lo oscuro?
Desde ese lugar se verá seguro...

¡Camino de estrellas que Dios nos legó!
¡La obra más inmensa que jamás yo ví!
¡Cruzaré montañas, barrancos y mares
por volverte a ver antes de morir...!

© Antonio Pardal Rivas

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