VEJEZ |
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Cuando veo esos ojos
tan tristes. Me pregunto, Pero el alma, maldita,
me engaña, aquel joven con ojos
brillantes, Y vuelvo a mirarme
al espejo, ¡Oh Dios de
la vida y la muerte! ¡Oh Ser infinito
que el alma me diste! ¿Por qué
no se aja mi alma igual que mi cuerpo?
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