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Y
la niña bonita se sonreía.
¡La niña más bonita del mundo entero!
Y con sus ojos garzos va y me decía:
Niño de piel morena, ¡Como te quiero!
Y
yo muy suavemente le acariciaba
su carita de rosa, su rubio pelo,
sus manos de paloma, su lindo talle
y rozaba mimoso su suave seno.
Y
la niña, azorada, se sonreía
abriendo su camisa de terciopelo,
en el prado florido, junto al arroyo,
dejándome besarle su lindo pecho.
Y
así pasaba el tiempo, sin darnos cuanta
de que el sol se marchaba con paso lento
y en la noche estrellada de luna nueva
su cuerpo era mi cuerpo, que estaba dentro.
Su
boca era mi boca, su piel la mía,
y míos sus pezones de caramelo.
Y sus manos, su vientre, sus muslos albos
que movía despacio, junto a mi sexo.
Y
la niña bonita ahora gemía
en la noche sin luna y de cielo negro,
al sentir en el prado, junto al arroyo
mi cuerpo entre sus muslos, dentro, muy dentro...
©
Antonio Pardal
Rivas
17-2-09
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