
Leyendo
sus poemas vi una cara
henchida de bondad en su belleza.
Latió mi corazón con gran firmeza
logrando que mi pecho la admirara.
Aquel
sueño llenome de algazara
creyendo descubrir la gran nobleza
de un alma que ocultaba su grandeza,
tras versos rebosantes de luz clara.
Mas
luego restallaron ruidos secos
rompiendo en mil pedazos la hermosura
y el halo inmarcesible de sus ecos.
Y
fue la calidad de su impostura
la que me descubrió sus embelecos
ocultos tras engaños sin mesura.
©
Antonio Pardal
Rivas
2-08-2008
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