DOLOR |
||
|
Añoro el dulce tiempo de
una infancia
lejana en que, sencillo, a Dios oraba, henchido de una fe que me enseñaba mi madre con su crédula prestancia. Mas hoy, cuando descubro
la arrogancia E inquiero acongojado de
tristeza: ¿Por
qué lo permitió el Omnipotente
|
|