
Lunas murieron amando a tus ojos.
Rojos fulgores de besos ardientes,
dulces caricias, calladas, silentes,
lentas se fueron quedando en despojos.
Ya no crepitan antiguos enojos,
y me deseas con ansias crecientes.
Se te olvidaron heridas candentes
que me cubrieron el rostro de rojos.
Aquella luz que alumbró enardecida
esa ternura de historia pasada,
tú la apagaste de amor consumida.
¿Quién
te has creído que soy, desdichada?,
¿Sólo un muñeco de trapo sin vida
al que destrozas y tiras cansada?.
©
Antonio Pardal
Rivas
25-04-07
|