
Ansioso
de gozar tus dulces besos
añoro las caricias de tu cara
y abrazo tristemente el marmol frío
que cubre ese rincón donde me aguardas.
Me siento
acompañado en mi dolor
bañado por el halo de la luna
oyendo melodías celestiales
que me alzan suavemente a las alturas.
Y cruzan
lentamente por mi alma
recuerdos de un ayer que me tortura
mirando el refulgir de las estrellas,
envuelto en el celaje de la bruma.
Evoco
la dulzura de tu risa,
ni duermo, ni descanso, ni respiro.
Y oculto bajo el álgido ciprés
la larga noche aquí paso contigo.
No estás
sola, mi amor, muero a tu lado.
Y si tú, en tu descanso sientes frío,
aquí estoy, abrazado a tu regazo,
para darte el calor que yo transmito.
Es tan
grande la paz que mi alma siente
al saber que los dos juntos dormimos
que no puedo dejarte solitaria,
pues sé que necesitas mi cariño.
Ya no
tengo que hacer nada en la vida
y en nuestra antigua casa, tu recuerdo
de lágrimas me llena las mejillas
y me empuja a venir aquí, en secreto
para
sentir contigo el frio invierno
y el perfume dulzón de los gladiolos,
bajo el suave brillar de las estrellas
curando corazones que están rotos.
No le
temas, mi amor, no tengas miedo
a quedarte jamás desamparada,
que yo acompañaré todas tus horas
hasta el día en que unamos nuestras almas.
©
Antonio
Pardal Rivas
19-03-07
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