
Quiero seguir con ella y soy reacio
a dejarla sumida en la amargura.
Es tan grande mi amor y su ternura
que de verme en sus ojos no me sacio.
Despacio, Dios inmenso, muy despacio,
ve llevándome al fin de mi andadura,
que es abrupto el camino y su angostura
dificulta el andar por este espacio.
No me quites la dicha todavía,
de gozar a mi edad de este amor tierno
que me hechiza y subyuga cada día.
Déjame un poco más en este invierno
de frío, de tristeza y agonía,
que a mí se me figura un Cielo eterno.
© Antonio
Pardal Rivas
08-02-07
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