
Descansando en la arena de una playa escondida
mis ojos van mirando deslizarse las olas
ceñidas por espumas que bregan ellas solas
hasta romper, tenaces, la roca endurecida.
Y pienso mientras veo la lucha indefinida
de las azules aguas que ocultan caracolas,
como con su constancia, en duras bataholas,
transforman a la roca en arena pulida.
Siento una gran tristeza viendo la obstinación
con que el mar nos enseña en su briega constante,
como a la dura roca en arena convierte.
Y el hombre no comprende tan sublime lección:
que trabajando unido, siendo perseverante,
puede lograr que el mundo cambie su aciaga suerte.
©
Antonio Pardal Rivas
23-01-07
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