
Bajando
los peldaños de la vida
avanzo poco a poco y allá lejos
descubro en lontananza los reflejos
del tiempo de la amarga despedida.
Mi obra en este mundo está cumplida
y el alma va guardando sus trebejos
con lágrimas que surgen como espejos
de crédula ilusión, vana y perdida.
Acallo en lo más hondo de mi pecho
un grito desgarrado de dolor
al borde del final, triste y maltrecho.
¿Quién dijo que la vida era un albor?
¿No vió que era un camino asaz estrecho
que acaba en un abismo de pavor?
©
Antonio Pardal Rivas
23-01-07
|