
Hay
una sombra que llevo guardada
en mi memoria y no sé lo que siento.
Cuando recuerdo aquel día presiento
que por la noche me vela callada.
Fue
aquella tarde en que ví su mirada
reconociendo a su hijo. Su aliento
fijo quedóse mirándome atento,
para después refugiarse en la nada.
Años
pasaron sintiendo ya ausente
a un triste cuerpo que vivo latía
hasta que, huero, sin alma murió.
Tengo
una duda que abruma mi mente
al ver la sombra que siempre me guía:
si en la mirada su alma me dió.
©
Antonio
Pardal Rivas.
03-01-07
|