
Pálida luna que besas la frente
que en el portal de la aljama reposa,
dale calor con tu luz a la hermosa
flor de Israel que recuerda al ausente.
Cuida las ansias de amor que ella siente
mientras escucha la prez cadenciosa
que a Sefarad le recuerda dichosa
y al dulce amor que sintió adolescente.
No la despiertes, mi cálida luna,
que está soñando que aún vive en Toledo,
junto a su esposo querido, cristiano.
Deja que olvide la mala fortuna
de que su padre creyese otro credo,
y que naciese judio y villano.
©
Antonio Pardal Rivas
11-12-06
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