ENSOÑACION

 

 

 

 

 

 

Esta noche soñé con cosas ya pasadas.
Surcaba el ancho mar mirando al firmamento,
mecíanme las olas con un vaivén muy lento
y la luz de la luna sobre la mar brillaba.

Con suma nitidez recordaba mi vida.
Infancia ya perdida que volvió a resurgir,
tan clara, tan fulgente, que creí revivir,
como un amanecer, a la ilusión perdida.

El hechizo sentido en esta ensoñación,
embargaba mi alma de una dulce fragancia,
haciendo renacer recuerdos de mi infancia,
ajenos, por completo, a mi actual dolor.

Una música hermosa en mi sueño se oía,
y una Voz que bajaba del infinito cielo
me interrogaba dulce, con triste desconsuelo:
¿Por qué desperdiciaste tus noches y tus días?

Yo mismo, al escuchar tan amargo reproche,
me pregunté en la noche:

¿En qué sitio olvidaste tu tierno corazón?
¿Donde fuiste dejando retazos de tu fe?
¿En que lugar perdiste tu temprana ilusión,
hasta caer de lleno, en este perecer?

Entonces escuché, cual bella melodía,
la extraña voz del Ser que tierno reprobaba
mis días de placeres, en que desperdiciaba
ternura, fe, bondad, amor a mis hermanos
y afecto a los humanos.

¡Ay, sueño tan real, que me has iluminado!.
¡Cuánto me has enseñado...!

¡Quién pudiera empezar la vida nuevamente,
repartiendo el amor que albergaba mi pecho,
consolando al enfermo, al triste y abatido,
cuidando al desvalido...!

¡Mas ya pasó mi tiempo para sembrar cosechas
de amor y de bellezas!

¡Ay, sueño traicionero, qué tarde me has mostrado
el fallo padecido!.

¡Qué tarde me enseñaste el tiempo que perdí,
viviendo alegremente
de espalda al afligido...!


© Antonio Pardal Rivas

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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