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La
oscuridad sombría que atenaza
la marcha embarazosa de la vida
marchita deja al alma y aterida
bajo el frío, latente, que amenaza.
Son los demonios de la propia raza
los que hurgan, con saña, entre la herida
de una tierra postrada y aún, dormida,
silenciosa y callada en su mordaza.
¡Ya se acercan los idus del dolor!
¡Se vislumbra a lo lejos la venganza
del que fuera vencido en una guerra!
¡Ya se vuelve a olvidar lo que es amor!
¡Ya se siente muy cerca la acechanza
de la sangre y la muerte en esta tierra!
©
Antonio Pardal Rivas
Septiembre-2006
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