DESVELO

 

 

 

 

 

Cuando estás dormida,
descansando a mi lado en el lecho,
y yo, desvelado, me encuentro despierto,
mis ojos contemplan tu cara con dulce embeleso.

Cuando estás dormida,
gozando del tierno placer de tus dulces sueños,
me acerco a tu rostro sin ser descubierto
y aspiro anhelante, en tu boca, su fragante aliento.

Cuando velo de noche a tu lado
me paso toda ella esperando escuchar de tus labios
el suave murmullo, el tierno gemido,
de un leve suspiro.

Y sigo las horas y horas velando tu sueño,
aguardando paciente el momento
en que muevas, dormida, tu cuerpo
y roces un poco mi cara con tu suave pelo.

Ya en la madrugada,
cuando nos rodea tan sólo la paz y el silencio,
susurro bajito a tu oído, en tono muy quedo...
¡Mi vida, te quiero!

Y pienso, muy quieto abrazado a tu cuerpo,
¿Por qué, Dios del Cielo?
¿Por qué no me cabe en el pecho el amor que le tengo?
¿Por qué esta locura de amor me mantiene despierto...?

Solo en la mañana,
cuando ya las luces del alba iluminan el lecho,
entreabres tus ojos y me miras tranquila, amorosa
y estrechas muy fuerte tu cuerpo a mi pecho.

Ese es el momento
en que, como loco, con pasión inmensa,
te beso, te mimo, te abrazo,
te muerdo...
y surge de mi alma el clamor de un ¡Te quiero...!

Ese es el instante
en que tú, callada, me ofreces tu cuerpo.
Ese es el minuto, en que entre caricias, gemidos y besos,
tu ser anhelado poseo...



© Antonio Pardal Rivas

Mayo-2006


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VOLVER