
Al alba despierto buscandote a ti,
que plácida duermes tranquila en el lecho
y suave acaricio tu divino pecho
que guardas, oculto, sólo para mí.
Cuando abres tus ojos y dulce me besas,
me embrujas con sueños de tiernos amores
que saben a miel y huelen a flores,
quemando mi alma como mil pavesas.
La luz hechicera que el alba produce
me impulsa a abrazarte, divina mujer,
gozando en mi boca la miel de tus besos.
Ese es, te lo juro, el momento más dulce.
Cuando tu hermosura vuelvo a poseer,
y siento tus labios de mis labios presos.
Enero, 2006