
No lo laves...
No laves ese pañuelo...
Él guarda lágrimas tuyas
de aquel día triste de enero
en que perdimos al niño
que se nos fue a los luceros...
No lo tires...
Que este pañuelo de encajes
guarda en su trama el aroma
de ese sudor triste y frío
que aquel día tú te secaste,
mientras cuidabas al crío...
No lo rompas...
¿No ves que tiene marcada
en el borde del encaje,
una pequeña gotita,
que allí se quedó olvidada,
de su sangre?.
No lo rompas, ni lo tires, ni lo laves...
Guardalo en un relicario...
Guarda el pañuelo, amor mío...
Para acercarlo a mi cara
en los momentos que sienta
este loco desvarío...