EL DRAGÓN

 

 

 

 

 

El dragón me miró, fuego en los ojos,
queriendo fulminarme en un instante,
desprecié su mirada tan constante
y me di media vuelta sin enojos.

En la hierba quedaron los rastrojos,
yo guardaba mis flores en estante
y con la puerta abierta en un instante
desafié la fiera de ojos rojos.

Humillado y confuso se alejó
no sabiendo que hacer, ya sin mirarme,
todo quedó en silencio, nadie habló.

Y proseguí la marcha sin cansarme
escuchando la voz que me llamó
diciendome que siempre ha de salvarme.

Por el poder de amarme,
pudiendo conseguir lo que más quiera
hasta abatir venciendo cualquier fiera...




Sofía Martinez-Avellaneda
12 de abril de 2007

 

 

 

 

 

 

 

 

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