El brillo de la luz ya se apagó 
          y las sombras de nuevo aparecieron, 
          estrellas de la noche florecieron 
          del jardín que en el cielo se forjó. 
          
          Todo en total silencio se quedó, 
          sin poder comprender por qué vinieron, 
          las voces interiores emergieron 
          trayendome la paz que el alma ansió. 
Se derbordó un torrente por mis ojos 
arrastrando la ira bien guardada 
hasta un mar compasivo sin enojos. 
Esa paz sorprendente y no esperada 
me limpió sin dejar ningún abrojo 
y creí ver el sol..., aún madrugada. 
          
        
        Sofía Martinez-Avellaneda 
          5 de abril de 2007