ESPLÉNDIDA Y RADIANTE LA ALBORADA

 

Espléndida y radiante la alborada,
nació con gran fulgor el nuevo día.
La pena se extinguió, se quedó en nada;
el alma tengo henchida de alegría.

¡Cual Hércules en busca de su amada
al Orco descendió hoy viajaría
al último confín esta jornada,
con tal de contemplarte, vida mía!

Estando allí mi nave, en la ensenada
tranquila de tu amor, con mente fría
final diera por fin a tanta andada
y el ancla en esas aguas echaría.

Gentil, a buen seguro, aquella rada
me habría de brindar paz y armonía;
haciéndome escuchar, bien orquestada,
angélica y sublime melodía.

Y así por fin morir cuando, agotada,
la Musa acuda a mí lenta y tardía.
Mejor que mi labor esté acabada,
la Muerte ya más tiempo a nadie fía.



Francisco Escobar Bravo
29 de diciembre de 2007

VOLVER