EL CHASCO DEL PINTURERO


Alegre y pendenciero pasa el mozo,
con gesto de bravura en su semblante;
parece que la vida le perdona
a todo el que se pone por delante.

Bien prieto el cinturón, marca paquete.
Y, abierta la camisa, muestra el pecho.
Se burla de las hembras que le admiran,
en busca de su presa él va al acecho.

Pues tiene el ojo echado a una mocita
y ansía sus favores impaciente;
por ello avanza ajeno a las miradas,
buscando su objetivo solamente.

Lo malo es que la bella no se amolda
a darse fácilmente así, a cualquiera,
por mucho que presuma de ser jaque
el joven y arrogante calavera.

Y pierde inútilmente la mañana,
cual gallo que abandona el gallinero:
Vacío se lo encuentra cuando torna.
Por zafio, presumido y altanero.

Pudiéramos sacar de moraleja
que vale más lo malo conocido
que andarse en aventuras que no sabes
si vas a salir sano o escocido.





Francisco Escobar Bravo
23 de septiembre de 2007

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