EN LA MUERTE DE LUCIANO PAVAROTTI


¡Silencio, por favor, que calle el mundo!
La voz que lo alegraba ya se ha muerto.
Los ángeles, sin duda, están de suerte:
Podrán siempre gozar de su concierto.

Su son de terciopelo ya se ha ido;
ya nunca ha de tornar, eso es bien cierto.
Jamás ya ha de pisar un escenario,
el trono del bel canto está desierto.

La Parca le ha ganado la partida.
Inútil fue del divo aquel aserto:
- ¡E al alba vinceró! -. Ya siempre es noche,
no puede ya volver a estar despierto.

Ni Il Duca ni Calaf dirán más nada,
callados son Rodolfo y Rigoberto.
Murió quien con ardor les diera vida.
¡Ya tiene de la gloria el marco abierto!



Francisco Escobar Bravo
6 de septiembre de 2007

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