A solas, después de la batalla,
haces balance de lo ocurrido.
Te sobran algunos reproches,
pierdes sangre por la pasión,
varias mentiras clavadas
en la espalda.
A solas, después de la batalla,
sientes fiebre desdichas
infortunios y desconsuelos,
pero él no volverá
para hacer que sigas muriendo,
un poco, cada día, mirando,
miedosa, las agujas de un reloj
que corren despavoridas.
Guillermo del Pozo. Octubre-2.005.