A LA DERIVA

 

 


A la deriva estaba, displicente,
sin encontrar ternura ni caricia;
buscando tu amor con fe y vehemencia
hallé tu bello cuerpo complaciente.

A él me entregué de forma concupiscente
de ebrio cariño lleno, sin malicia,
para disfrutar de tu íntima esencia
y vivir la pasión eternamente.

En aquél ardoroso mar férvido
estuvimos nadando intensamente
sin darme cuenta del engaño pérfido.

De malas artes ávidas hiciste
para envolver con miel el falso afecto
¡mi corazón amargamente heriste!

9 de junio de 2006.

Carlos.

 

 

 

 

 

 

 

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