Por las mejillas bajan claras perlas
que surgen de la cuenca de tus ojos,
esclavas del sentir y sus abrojos.
¡No te las toques voy raudo a beberlas!
Es necesario un nuevo cauce y verlas
hechas en riego fértil, en antojos
dulces y sanos, me pondré de hinojos
ante tu altar penoso y someterlas.
El alma tienes rota y dolorosa,
por culpa de los viles desengaños,
que te hacen ser renuente y temerosa.
Pondré en la liza todos mis apaños
para sembrar tu vida de dichosa
paz y te olvides de tantos engaños
Carlos
13 de mayo de 2008