PESCADORES DE LA MAR
Durmiendo están las montañas,
cobijando el pequeño pueblo.
El mar no duerme, medita.
El cielo, negro, espera.
Humanos, animales y plantas
inconscientes en su ser,
respiran, jadean, sueñan.
Ley de la sabia Naturaleza es.
De pronto, unas sombras misteriosas
salidas de algún lugar,
recorren calles y plazas.
Es su destino la mar.
Ojos soñolientos, rostros marcados.
El motor del viejo barco.
Es el riesgo a la amenaza.
Es el incierto destino.
Cuántas vidas se perdieron,
no importa la edad que tuvieran;
cuántas ilusiones desvanecidas,
cuántas lágrimas en puerto.
Ya el barco abre sus surcos
en desafiante y altiva mar.
Sus corazones palpitan.
A la peligrosa faena van.
Sus párpados se humedecen
presagiando el gran desastre.
Son lágrimas de silencio,
de nostalgia, de recuerdos.
Sus manos se aferran con fuerza.
¿Qué fuerzas pueden tener?
Son animales enjaulados, sin defensa.
Son, la nada.
Cuántas coronas de flores
se lanzaron, en recuerdo,
de unos cuerpos, ya marchitos,
traicionados por la mar.
En el pueblo, congojos de mal agüero,
adivinos de tragedia.
Caras esperanzadas,
rostros interrogantes.
Es la gran verdad de unos hombres,
cuya sociedad, muchas veces, les ignora,
que sacrifican su vida,
su trabajo, su familia.
Juanjo
|