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Uno de los factores, entre otros muchos, por los que se hunde la economía de España, es precisamente la competitividad. Zapatero sigue empeñado en proclamarse defensor de la llamada sociedad del bienestar. Bienestar, en su acepción laboral, es un concepto opuesto al de la competitividad. Ser competitivo requiere esfuerzo, creatividad y justicia salarial en un entorno productivo nacional donde la moderación alcance a todos los sectores de la sociedad. Debería entenderse que la igualdad no es solo cosa de derechos entre el hombre y la mujer, sino también cosa de evitar el gasto inútil del Gobierno y la Administración, reformando y edecuando sus estructuras y salarios burocráticos a las posibilidades reales de la producción. De nada serviría recortar derechos a los trabajadores en aras de la competitividad si el beneficio si diluye luego en una administración dispendiosa no acorde con el esfuerzo que se exige al productor.
En eso, o sea en no dar cumplida explicación a la solución de tal dicotomía, consiste la demagogia propia del Gobierno actual en boca de su principal portavoz, D. José Luis Rodríguez Zapatero, que busca el voto solo prometiendo a los parados que no ha de faltarles el subsidio en su inactividad.
Las reformas necesarias para hacer que España recupere el ritmo de producción y empleo acorde a los paises del entorno siquiera sea europeo, son de tal envergadura que ponen a parir al Gobierno en su política actual, por contrarias y contraproducentes con lo que Zapatero no se cansa de repetir: que va a mantener, por encima de todo, los derechos adquiridos por cada cual.
Y en ese juego engañoso entre lo que promete y lo que puede ser, sabiendo para sus adentros lo impopular de las medidas que necesariamente habrá que tomar, busca la colaboración de los demás, especialmente de la oposición, para arreglar a España y no a su partido -según dice él-, con las decisiones que por sí solo no se atreve a legislar.
Es tan grande la presión mediática que se observa a este respecto en la actualidad, que dudo de la sagacidad de Rajoy para abstenerse de caer en la trampa. Quien nos ha llevado a esta situación, que la solucione, y si no sabe o no puede porque ha de vérsele el plumero, QUE SE VAYA. Es por ahí por donde comenzarian a solucionarse los problemas de España, y entre ellos el de la competitividad, aunque difícil lo tiene quien venga detrás a gobernar este pais en la situación que ha quedado.
Avidad
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la felicidad puede ser la resultante de la verdadera concordia entre nuestra fortuna y nuestra forma de vivir
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