Victoria Administrador

Registrado: 26 Ene 2006 Mensajes: 2568 Ubicación: Rincón de la Victoria (Málaga)
|
Publicado: Dom Feb 17, 2008 6:19 pm Asunto: Un artículo de opinión... |
|
|
... a propósito de la actuación de Manolo en Burriana (Valencia) hace unos cuantos días. Os pongo también el enlace:
http://www.hijosdelalibertad.com/515.html
Frente a nosotros un espejo. Nuestra mirada, nuestra dignidad desnuda. Es así quizá como nos vemos cada año que pasa. Recreamos un viaje hacia el pasado en busca de momentos esenciales que equilibren este falso presente que se nos acontece. Y pasan los años y pasa la música y pasan los mitos y pasamos nosotros también sin apenas ser conscientes. Y es que la vida es un medio de transporte repartido. De pequeños montamos en un poni como la mítica Marisol, y todo es nuevo y especial, los paisajes fluyen despacio, pero nuestra capacidad de atención salta deprisa; en la adolescencia en cambio, cabalgamos a lomos del caballo del deseo y la inconsciencia y las pasiones y los sueños; luego llega la madurez, esa en la que entro yo, a punto de cumplir los treinta, y el viaje se hace en tren, con ventanas grandes y limpias. Ahí todo es visible, lo bueno, lo malo, lo que pudo ser y lo que no, ya que por el día el ventanal te deja disfrutar de la belleza del mundo, mas por la noche la penumbra exterior y la luz interior lo convierten en un espejo, ese que nos muestra tal y como somos, y a través del cual, por más que te esfuerces, nada se puede distinguir hasta el amanecer. Pasado el tiempo, viajamos en autobús, algo más incómodo, ya pasamos los cuarenta, pero con posibles pausas a mitad del viaje. Y Ya cuando más conscientes somos del mundo que nos rodea, cuándo más valoramos aquello que realmente merece la pena, nos vemos en un avión surcando el cielo por las nubes. Por las escasas ventanitas podemos distinguir el azul celeste, mas el destino es ya imparable. Así, nos pasamos la vida pensando en el pasado, recordando. Realmente vivimos en el pasado, puesto que todo lo que decimos lo pensamos antes y todo lo que pensamos viene de alguna sugestión.
Y, a qué viene todo esto, pues realmente no lo sé, aunque sí debo decir que hay dos momentos que pueden haber inspirado esta reflexión. El primero sucedió el pasado sábado nueve de febrero en el Teatro Payá de Burriana (Castellón). A las diez y media de la noche, actuaba el último mito vivo de la copla española, Manolo Escobar. ¿Y cómo es que yo fui allí? Os lo voy a confesar: resulta que mi buen amigo Manuel tiene un hermano (tocayo mío, por cierto) que sufre una enfermedad mental que le ha incapacitado de por vida. Ha evolucionado mucho y es una bellísima persona, pero necesita de la atención de todos los que le queremos (es fácil quererle, de verdad). Este hombre, ya entrado en la cuarentena, es un amante de la música y tiene como ídolos a Manolo Escobar, a Nino Bravo, a Elvis Presley y a los Beatles. A través de su afición y su pasión por la música he conocido yo todo el repertorio de Don Manuel, me he aprendido muchas canciones y he llegado a cantar el “Qué viva España” con auténtica emoción. Pues bien, entonces quisimos nosotros regalarle a Paco el acudir a dicha actuación, y así lo hicimos. Pero cuál fue nuestra sorpresa cuando tuvimos consciencia de que indirectamente el regalo nos lo hizo él a nosotros (a Manuel y a mí, que fuimos los que le acompañamos). Efectivamente, descubrimos a Manolo García Escobar, en una representación vital y muy digna. Qué gozo ver a un artista de setenta y seis años sobre el escenario cantando con amor a su madre, a su mujer, a su hija y a la vida que ha llevado en general. Qué imagen más limpia la que nos mostró Manolo. Debo confesar que llegué a llorar de emoción cuando cantó con su voz envejecida, pero inconfundible, el “Sólo te pido”, que tiene uno de los versos más auténticos que jamás he escuchado: “sólo te pido, sólo te pido, que me hagas la vida agradable, si decides vivirla conmigo”. Es una canción de una sencillez técnica que contrasta con una profundidad emocional que hace mella en ti inconscientemente, ya que todos, al fin y al cabo, deseamos que nos hagan la vida agradable y viceversa. Mas, sobretodo, quiero recalcar esa imagen de la ancianidad bella, digna, condescendiente, vital, pilar de la juventud, base de nuestras convicciones y deseos en una sociedad cada día más llena de vivencias basura, en la que todo vale, hasta matar a un futuro bebé y tirarlo luego por las alcantarillas en una clínica “clandestina”.
En fin, no quiero romper el romanticismo con estos dramas. Prefiero dejar un buen sabor de boca con un sentido homenaje a un artista olvidado por la plana mayor de los “artistas” sectarios: MANOLO ESCOBAR. Gracias por tu homenaje de aquella noche, gracias por tu decoro, por tu elegancia, por tu sencillez, por tu sonrisa. Gracias, de corazón. Así pues, como dijo mi queridísimo Antonio Flores (qué gran compositor se fue) en una de las más bellas canciones que jamás he oído, “sabemos cuál es mi dolor, por favor dame calor”. Arriba los corazones, no desesperemos, que al fin y al cabo, la experiencia nos demuestra que somos nosotros los que elegimos el medio de transporte de la vida. Nunca dejemos que nadie nos obligue a subir al avión antes de tiempo, es una decisión muy íntima, es una decisión vital. |
|